Clínica Psintegra

13 de feb de 20194 min.

Las emociones. ¿Porqué huimos de ellas?

Actualizado: 6 de jun de 2019

Una emoción es un estado psicológico complejo que implica tres componentes distintos: una experiencia subjetiva, una respuesta fisiológica, y una respuesta conductual o expresiva”. *En español esto quiere decir que nuestras emociones están intimamente conectadas con las circunstancias y eventos que nos suceden a diario.

En situaciones intensas, las emociones tienden a tomar el control sobre los pensamientos. Es importante permitirnos expresar nuestras emociones y saber identificarlas.
 

 
Las emociones básicas son: alegría, tristeza, enojo, miedo y asco. No siempre huimos de ellas pero cuando lo hacemos es porque nos duele.

¿Dolor emocional?

Como su nombre lo dice es el dolor que se produce a través de nuestras emociones, aunque para nuestro cerebro no hay diferencia entre el dolor emocional y el dolor físico. Se ha comprobado que las áreas del cerebro que reaccionan ante el dolor físico, son las mismas, básicamente, que se activan ante el dolor emocional.

El dolor emocional es algo a los que todos los seres humanos, tarde o temprano, tenemos que hacerle frente: pérdida de un ser querido, separaciones, pérdida del trabajo, fracasos, enfermedades, perdidas materiales de cualquier tipo, etc. Nadie puede escapar al dolor a menos que viva fuera de la realidad. Cuando reconocemos nuestra vulnerabilidad al dolor, de alguna manera estamos aceptando nuestra condición humana. Dependerá de muchos factores la manera de enfrentar las experiencias dolorosas: la cultura a la que pertenezcamos, la educación, las experiencias vividas, etc.

¿Qué causa dolor emocional?

El dolor es algo multifactorial. El ser humano, por ejemplo, desea permanencia, seguridad y continuidad, cuando no los encuentra sufre y trata de huir de ese dolor. Los seres humanos valoramos mucho la seguridad, cuando no la tenemos, sufrimos, pero, paradójicamente, también cuando logramos la seguridad podemos ser víctimas del dolor porque la seguridad implica aislamiento según Alan Watts. Para sentirnos completamente seguros, tenemos que vivir en una cápsula que construimos a través de diferentes factores y comportamientos, pero dicha defensa no puede ser selectiva, es decir, cuando nos cerramos para no sentir dolor, también nos cerramos a la felicidad o al placer. Todo lo que hacemos para no sentir pena, tristeza, miedo o enojo, nos impide también sentir amor, felicidad, alegría, empatía, compasión. Para sentirnos realmente vivos, necesitamos reconocer y aceptar los aspectos dolorosos y placenteros de la vida.

Cerrarnos al dolor es cerrarnos a las maravillas de la vida.

Otros factores que generan dolor emocional son los traumas infantiles que nos vuelven más sensibles a ciertos tipos de dolor en la etapa adulta. Tenemos miedo de no poder controlar o soportar el dolor, de volvernos locos o que nos venza. Pero esto, muchas veces, es más una idea o una creencia, que una realidad. Las personas, generalmente, tenemos más recursos internos para enfrentar las experiencias dolorosas o traumáticas de los que alcanzamos a reconocer conscientemente. Por eso, la mayor parte del tiempo, necesitamos estar en la experiencia presente para saber y reconocer cuáles son nuestros recursos y utilizarlos. Muchas veces nos sorprendemos al darnos cuenta de que somos más capaces de enfrentar el dolor, cuando lo estamos viviendo, que cuando imaginábamos con temor a que pudiera llegar dicho momento doloroso. Es ahí donde nos damos cuenta de que somos más capaces, que tenemos más recursos y somos más fuertes de los que imaginábamos.

¿A qué se debe que unas personas lo nieguen y otras lo evadan?

Nadie puede librar a los hombres del dolor, pero le será perdonado

a aquel que haga renacer en ellos el valor para soportarlo.
 

 
Selma Lagerlof

Las personas huyen del dolor por miedo, por patrones aprendidos, por la educación que recibimosdesde que nacemos, a las creencias de nuestra cultura. La causa de cualquiera de las dos formas: negación o evasión del dolor, puede partir de cómo nuestros padres, desde su amor y su buena intención, nos hicieron creer desde muy temprana edad que nuestra vida sería perfecta, que nosotros éramos perfectos y que no habría nada que nos impediría ser felices en todo momento. Por eso, cuando nos convertimos en adultos, nos frustra reconocer que todo aquello fue una mentira piadosa y nos negamos a aceptar que el dolor, en realidad, es parte de la vida y que no podemos escapar de él.

Muchas veces no somos capaces de comprender que el dolor es el motor que nos hace crecer, transformarnos y ser mejores. Sin él, nos quedaríamos, con mucha frecuencia, en nuestra zona de confort, en lo conocido. Podemos permanecer ahí meses o años hasta que surgen los problemas y son estos los que nos mueven a la acción y a la transformación, los que nos arrancan de lo que nos está estorbando por miedo, al crecimiento o al cambio.

La autora Brené Brown, en su libro Los dones de la imperfección habla de manera amplia y clara acerca de todo esto. Ella nos dice que si podemos aceptar nuestra naturaleza humana vulnerable y el sentimiento de vergüenza (es decir, el dolor), seremos más capaces de ser personas felices que si, para protegernos de estos sentimientos, nos cerramos, los evadimos o los negamos.

Para ser empáticos y compasivos tenemos que aceptar nuestra propia vulnerabilidad, vergüenza y dolor.

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